Monday, May 31, 2010

Por fin sobria ¡¡¡¡

Llevava desde el jueves con una morriña, un sueño, y una cantidad de alcohol en sangre bestial (de hecho creo que el alcohol triplicaba a la cantidad de sangre que tengo).

Pues nada, después de tan buenos día me toca estudiar para selectividad....HASTA EL JUEVES QUE VIENE ¡¡¡¡ Que aprovecharé felizmente para salir por la puta feria ._. No me gusta xDDD Pero bueeeeeeno ._. HAY ALCOHOL, SI ME GUSTA *-*

Tuesday, May 25, 2010

El segundo gintonic, Pencho se vuelve hacia mí. Hace quince minutos que aguardo, paciente, esperando que se decida a contármelo. Por fin hace sonar el hielo en el vaso, me mira un instante a los ojos y aparta la mirada, avergonzado. «Hoy he cerrado la empresa», dice al fin. Después se calla un instante, bebe un trago largo y sonríe a medias con una amargura que no le había visto nunca. «Acabo de echar a la calle a cinco personas.»
Puede ahorrarme los antecedentes. Nos conocemos hace mucho tiempo y estoy al corriente de su historia, parecida a tantas: empresa activa y rentable, asfixiada en los últimos años por la crisis internacional, el desconcierto económico español, el cinismo y la incompetencia de un Gobierno sin rumbo ni pudor, el pesebrismo de unos sindicatos sobornados, la parálisis intelectual de una oposición corrupta y torpe, la desvergüenza de una clase política insolidaria e insaciable. Pencho ha estado peleando hasta el final, pero está solo. Por todas partes le deben dinero. Dicen: «No te voy a pagar, no puedo, lo siento», y punto. Nada que hacer. Los bancos no sueltan ni un euro más. Las deudas se lo comen vivo; y él también, como consecuencia, debe a todo el mundo. «Debo hasta callarme», ironiza. Todo al carajo. Lleva un año pagando a los empleados con sus ahorros personales. No puede más.
Cinco tragos después, con el tercer gintonic en las manos, Pencho reúne arrestos para referirme la escena. «Fueron entrando uno por uno –cuenta–. La secretaria, el contable y los otros. Y yo allí, sentado detrás de la mesa, y mi abogado en el sofá, echando una mano cuando era necesario… Se me pegaba la camisa a la espalda contra el asiento, oye. Del sudor. De la vergüenza… Lo siento mucho, les iba diciendo, pero ya conoce usted la situación. Hasta aquí hemos llegado, y la empresa cierra.»
Lo peor, añade mi amigo, no fueron las lágrimas de la secretaria, ni el desconcierto del contable. Lo peor fue cuando llegó el turno de Pablo, encargado del almacén. Pablo –yo mismo lo conozco bien– es un gigantón de manos grandes y rostro honrado, que durante veintisiete años trabajó en la empresa de mi amigo con una dedicación y una constancia ejemplares. Pablo era el clásico hombre capaz y diligente que lo mismo cargaba cajas que hacía de chófer, se ocupaba de cambiar una bombilla fundida, atender el correo y el teléfono o ayudar a los compañeros. «Buena persona y leal como un doberman –confirma Pencho–. Y con esa misma lealtad me miraba a los ojos esta mañana, mientras yo le explicaba cómo están las cosas. Escuchó sin despegar los labios, asintiendo de vez en cuando. Como dándome la razón en todo. Sabiendo, como sabe, que se va al paro con cincuenta y siete años, y que a esa edad es muy probable que ya no vuelva a encontrar jamás un trabajo en esta mierda de país en el que vivimos… ¿Y sabes qué me dijo cuando acabé de leerle la sentencia? ¿Sabes su único comentario, mientras me miraba con esos ojos leales suyos?» Respondo que no. Que no lo sé, y que malditas las ganas que tengo de saberlo. Pero Pencho, al que de nuevo le tintinea el hielo del gintonic en los dientes, me agarra por la manga de la chaqueta, como si pretendiera evitar que me largue antes de haberlo escuchado todo. Así que lo miro a la cara, esperando. Resignado. Entonces mi amigo cierra un momento los ojos, como si de ese modo pudiera ver mejor el rostro de su empleado. Aunque, pienso luego, quizá lo que ocurre es que intenta borrar la imagen del rostro que tiene impresa en ellos. Cualquiera sabe.
«¿Y qué voy a hacer ahora, don Fulgencio?... Eso es exactamente lo que me dijo. Sin indignación, ni énfasis, ni reproche, ni nada. Me miró a los ojos con su cara de tipo honrado y me preguntó eso. Qué iba a hacer ahora. Como si lo meditara en voz alta, con buena voluntad. Como si de pronto se encontrara en un lugar extraño, que lo dejaba desvalido. Algo que nunca previó. Una situación para la que no estaba preparado, en la que durante estos veintisiete años no pensó nunca.»
«¿Y qué le respondiste?», pregunto. Pencho deja el vaso vacío sobre la mesa y se lo queda mirando, cabizbajo. «Me eché a llorar como un idiota –responde–. Por él, por mí, por esta trampa en la que nos ha metido esa estúpida pandilla de incompetentes y embusteros, con sus brotes verdes y sus recuperaciones inminentes que siempre están a punto de ocurrir y que nunca ocurren. ¿Y sabes lo peor?... Que el pobre tipo estaba allí, delante de mí, y aún decía: No se lo tome así, don Fulgencio, ya me las arreglaré. Y me consolaba.»

-------------------------------------------------

Arturo Pérez-Reverte.

Me estyo aficionando demasiado a éste hombre...

Sunday, May 23, 2010

Me siento como una niña pequeña jugando a ser adulta. A pesar de miedad no he madurado para ciertas cosas, pero sin esas cosas no se pueden madurar. ¿Soy gilipollas o no? -_-

Friday, May 14, 2010

Me voy a Marruecos ¡¡¡¡¡¡¡¡¡

Y la semana que viene exámenes todos los días xDDD

Tuesday, May 11, 2010

pecera de 25 m.


Si algunas vez habeis observado una pecera os habreis dado cuenta de que los peces van nadando armoniosamente desde una punta del acuario a otra. Después de dicha trayectoria, vuelven a darse la vuelta (armoniosamente de nuevo) hacia el otro extremo del acuario.

Si nos fijamos bien, la acción del pez resulta estúpida, ya que da vueltas hacia un lado y se vuelve reiteradamente (eso sí, como son animalitos que lo único que hacen es nadar no se lo echamos en cuenta).

Pero si cambiamos la situación y en vez de un pez, ponemos a un ser humano en un acuario lo suficientemente grande como para que pueda ejercer la misma acción del pez, ESO sí que nos resultaria estúpido.

Conclusión: Cada vez que voy a la piscina me siento como si fuera tonta. Se nota que no me gusta ir ¿eh?

Sunday, May 9, 2010

Fuera de la ley



Tu simple presencia dicen,

es una provocación.

Una alarma en el Sistema.

Un motivo de preocupación.


Has pagado un duro precio

por mantener tu identidad.

Has pagado un duro precio

por defender tu ideal.


Siempre hacia adelante.

No hay que retroceder.

Lucha por tus ideas.

Lucha por lo que crees.


Estamos fuera de la Ley.

Como proscritos.

Siempre infringiendo su Ley.

Estamos malditos. (x4)


Los tenemos presionados.

No pueden reaccionar.

Les tiene preocupados,

nuestra forma de actuar.


Manipulan las noticias.

Han perdido la objetividad

Distorsionan los hechos

Deforman la realidad


Siempre hacia adelante

No hay que retroceder.

Lucha por tus ideas.

Lucha por lo que crees.



Estamos fuera de la Ley.

Como proscritos.

Siempre infringiendo su Ley.

Estamos malditos. (x2)

Thursday, May 6, 2010

Introducción

El arma, una Colt M1911 permanecía encima de la pequeña mesa sobre la que anteriormente habían estado un cúmulo de papeles con informes policiales sobre los varios crímenes que había en la zona, y dando información de los supuestos causantes de tales asesinatos. La pistola había sido testigo de múltiples muertes, y causante de a saber cuántas más. Alrededor de la mesa donde se encontraba el arma, dos sillas estaban enfrentadas como si ese fuese su destino, en cada una de ellas sentados, dos jóvenes de sexo distinto se observaban. Ambas miradas eran fijas, frías y obstinadas,  y ambas talentes  permanecían inmóviles y serias, aguantando una mirada que ambos sabían que no debían  de mantener por el bien propio y el común. Finalmente la chica le habló:

- Si estuvieras frente a mí como lo estás ahora, y tuvieras esa pistola en tus manos… ¿Apretarías el gatillo?

Un profundo silencio llenó la sala. Los dos permanecieron callados sin mediar palabra. Ambos habían matado antes, sabían que ninguno de ellos tenía sentimientos a la hora de manejar un arma, y si ese era su trabajo debían de cumplirlo para no volverse débiles antes las emociones que podían sentir al tomar una decisión. Ella sabía que al hacerse esa pregunta le ponía en un compromiso, pero ella necesitaba fervientemente saber la respuesta que había estado anhelando durante tantos años, desde que se conocieron. El chico se levantó de la silla y se apretó el cinturón un poco más, después se volvió a sentar y volvió a fijar la mirada en ella. Finalmente le contestó:

- No voy a responder a esa pregunta.- Él sacó un cigarro de la pitillera y se lo encendió con su zippo, dio una calada y mantuvo de nuevo la mirada con ella. La chica empezó a sentirse frustrada ante la situación.

- ¿Por qué? – Exigió saber la joven, algo desilusionada por aquella ambigua respuesta, por no haber escuchado un sí, o un no, por seguir en las más grande de las condenas, la indiferencia que él sentía hacia ella-

- Porque si me haces esa pregunta tengo que pensar qué hacer. Debería tomar una decisión en contra de mis sentimientos en estos momentos, y posiblemente elija la más fácil de decir, pero sus consecuencias no serán más que pequeños cambios a mi vida que no tendrán secuelas de las que me pueda arrepentir. En cambio,  cuando me des un arma tengo que usarla, ya que ese es su fin, y es una decisión concluyente, en la que no importa las decisiones que he tomado anteriormente, y el mismo dilema que me has planteado ahora mismo resurgirá cuando te esté apuntando. – La respuesta del chico fue indiscutible, su serena voz mientras hablaba, su calma y frialdad habían dejado a la chica sin nada que decir, y su mirada, perdida en el infinito daba a entender que no había esperado nunca esta indeterminada respuesta que a pesar de no hacerlo, le aclaraba más cosas que una respuesta concisa...


El chico cogió el arma y la cargó, apuntó a la chica con ella durante un breve instante, pero al joven  no se inmutó y su mirada seguía perdida como ajena a la situación a la que ella se encontraba, tenía valor para morir a manos de él si la situación lo requería, realmente no le importaba, sabía que ese debía de ser su destino. Había recibido muchos balazos en su vida, ninguno que había dejado secuelas, si este la mataba iba a ser algo parecido. Aceptaría su destino con valor. Dejó de apuntale y  le dio el arma a la chica. ÉL volvió a alzar la voz:

 - ¿Y tú? ¿Me dispararías?

La chica chica endureció su mirada como antes de que esta conversación tuviera lugar y sus ojos, antes dulces, volvieron a mirar con desamor al chico. Tenía la Colt en la mano y no parecía estar asustada por ello. Ella hizo lo mismo que él, le apuntó con el arma y la mantuvo así durante un breve instante, tal vez, mientras apuntaba al corazón para tener un tiro certero con una muerte segura…

Tuesday, May 4, 2010

Artículo del señor Perez-Reverte

Que sinceramente hizo que me descojonara mientras lo leia xDD Dios, este hombre tiene un arte para escribir que no se lo quita nadie. Lo mejor, lo de las "ballenas". Tenía que haber ido para monologuista (si es que existe esa palabra, porque creo que no viene en la RAE xDD)

"Lo han conseguido de nuevo, como era de esperar. El sushi de los cojones. Al atún rojo le echaron encima hace unas semanas, en la última reunión internacional del organismo correspondiente, celebrada en Qatar, otra sentencia de muerte. Como si no anduviera ya listo de papeles. España, presidente temporal de la UE, tenía que haber defendido la propuesta de restringir drásticamente el comercio de ese bicho. Lo hizo porque no había más remedio; pero con la boca pequeña y con nuestros representantes suspirando, aliviados, cuando la mafia pescatera, encabezada por los japoneses, tumbó la propuesta de incluir el atún rojo en el convenio internacional donde están leones, elefantes y otras especies en extinción.
Era de esperar. A los túnidos no los ven los niños en los delfinarios ni en el zoo, a la gente le importan un carajo, y además España tiene la mayor cuota de pesca de atunes existente en la comunidad europea. No la engullimos nosotros ni hartos de sake, pero da igual. El negocio lo mueven cuatro listos, y la gente que trabaja en eso no llega a dos mil quinientas personas, aunque eso sí: nueve de cada diez ejemplares terminan en Japón, donde se pagan de seis a doce mil mortadelos por ejemplar. Cómo no lo van a exterminar, mis primos. Y todo eso, después de una matanza larga y sistemática realizada con absoluta impunidad y con la complicidad activa o pasiva –por amor al arte, naturalmente– de conspicuas autoridades hispanas: Pesca, Medio Ambiente, Marina Mercante y otros organismos oficiales, que llevan dos décadas mirando hacia otro lado, dejando arrasar el mar sin mover un puto dedo. Por no hablar de los ecologistas: ahora muy flamencos con el atún, pero todavía hace poco tiempo, cuando algunos lo denunciábamos alto y claro, sólo tenían ojitos para las ballenas, que son más fotogénicas. No es raro, por tanto, que el director general de recursos pesqueros español dijese en Qatar aquello de «la prohibición habría sido un duro golpe». Supongo que por eso, para atenuar el duro golpe –sobre todo para algunos bolsillos concretos–, en los meses previos a la votación todas las embajadas japonesas del mundo, incluida la de Madrid, invitaron a comer sushi a funcionarios del ministerio correspondiente. Gente amable, los japos. ¿Verdad? Con sus kimonos y tal. Simpáticos muchachos.
Llevo casi quince años contando en esta página cómo se lo montan esos tíos y sus compadres. Cómo han tapado la boca a todo el mundo con argumentos industriales, ocultando que el beneficio es para unos pocos y el daño general, enorme. Irreparable. Nuestros fondeaderos mediterráneos están llenos de jaulas para la concentración y exterminio del atún, del que España es orgullosa, indiscutible, descarada líder mundial. No todo va a ser fútbol. Nuestros artistas atuneros –emprendedores, listos y con buena visión de futuro– empezaron, para guardar las formas y ante la sospechosa pasividad de las autoridades de pesca y marina, llamando al asunto criaderos y viveros. Choteándose de quienes sabían, y seguimos sabiendo, que el atún es un atleta del mar que no se cría en cautividad. Lo que se hace con él es cercar los grandes bancos migratorios que nadan próximos a la costa, sin importar peso ni edad, meterlos en jaulas de engrase donde son imposibles la reproducción y el desove, atiborrarlos de pienso y matarlos en masa cuando están gordos.
Que en España sólo se concedieran, para mantener el paripé, cuatro licencias para esta clase de pesca, nunca fue problema: durante años me crucé en el mar –fondeaba junto a ellos en Formentera– con barcos franceses o italianos traídos para la faena. Y así, haciendo encaje de bolillos con la legislación europea, localizando el atún con avionetas, cercándolo con tecnología ultramoderna, buscando cada vez más lejos, en Sicilia y las costas de Libia, y llevándolo en jaulas remolcadas a los lugares de concentración y matanza, cuatro linces se han hecho de oro, mientras el atún cimarrón que durante siglos estuvo cruzando el estrecho de Gibraltar, riqueza plateada y roja que salpicó la jerga ancestral de nuestras almadrabas con palabras griegas, latinas y árabes, se extingue sin remedio. Pesca de vivero, ha estado llamándolo la pandilla del sushi, los golfos depredadores y sus compadres: esos funcionarios de mariscada y cómo te lo agradezco, que ahora, ya con el asunto sin vuelta atrás, admiten, cuando se les da con el paisaje en los morros, que bueno, que tal vez. Que podría ser. Que tal vez la aplicación de las medidas de control en años anteriores fue poco estricta. Menuda tropa. A seis mil y pico euros el atún, habrían sido capaces de exterminar a su padre, si nadara."

Sunday, May 2, 2010

- Nesesito un cigarro - dio la áspera voz de mujer-
- ¿Para qué? - preguntó la dulce voz del hombre-
- ¿Para qué va a ser, gilipollas?
Pregunta retórica para ella, pregunta sin respuesta por parte de ella para él.
- Toma - la mano del hombre le ofreció un cigarrillo a ella-
- Gracias - agradeció ella-
- Al menos- contraatacó él- tienes algo de sentido del humor.

Y ambos se miraron

Conclusión: Ninguna.